¿Judíos que combatieron por Hitler? Por César Vidal

El siglo XIX marcó un verdadero hito para los judíos alemanes. Tras recibir la emancipación social y política que derivaba del liberalismo, se produjo en el seno de las juderías germánicas un movimiento de asimilación que contaba con escasos antecedentes históricos. Entre 1800 y 1900 no fueron menos de setenta mil judíos los que se convirtieron al cristianismo en Alemania y Austro-Hungría y todo ello sin incluir a los que se limitaron a abandonar el judaísmo sin abrazar ninguna otra creencia religiosa. En torno a 1870, la fecha de creación del II Reich, incluso los judíos que seguían profesando el judaísmo eran profundamente nacionalistas. En 1890, el filólogo Hermann Steinthal llegaba a afirmar que “hoy podemos ser buenos judíos sólo si somos buenos alemanes y buenos alemanes sólo si somos buenos judíos”.

Sin embargo, con el cambio de siglo el número de matrimonios mixtos y de asimilados crecería considerablemente. El estallido de la Primera Guerra Mundial provocó también una corriente de entusiasmo patriótico entre los judíos y no deja de ser significativo que, junto con los austriacos de habla alemana, fueran la minoría que más lamentó la desaparición del imperio austro-húngaro de los Habsburgo o que constituyeran, en el caso del Reich alemán, un porcentaje muy elevado de los heridos en combate y condecorados por acción de guerra. Semejante resultado era lógico en la medida en que, como escribió un poeta judío en 1914, “seamos de alta o baja cuna, seamos judíos o cristianos, sólo existe un pueblo en nuestra tierra y juntos combatimos por el kaiser y el Reich”.

Por supuesto, la propaganda nacionalista posterior –y no sólo la hitleriana– desarrollaría la tesis de la puñalada por la espalda que había acabado con el II Reich y atribuiría tan ficticia situación a los judíos, pero la realidad histórica es que 30.000 judíos alemanes fueron condecorados durante la guerra y que 19.000 recibieron ascensos. El avance de un movimiento nacionalista como el nazismo provocó sentimientos muy encontrados entre la población judía de Alemania y Austria. La inmensa mayoría consideró que se trataba de un fenómeno pasajero frente al que no había que preocuparse en exceso porque la población germánica –la más culta del globo– acabaría repudiándolo. Un cierto porcentaje –especialmente judíos de ascendencia liberal o izquierdista– lo consideró activamente como un peligro real, pero tampoco faltaron los judíos, especialmente de ascendencia mezclada, que lo abrazaron con entusiasmo.

Hans Sander, por ejemplo, era en 1935 Sturmführer de las SA, así como miembro del partido nazi y receptor de la Medalla de oro del partido. Nazi entusiasta, Sander acabó recibiendo del propio Hitler un Deutschblüutigkeitserklärung –certificado de sangre alemana limpia– que le permitió no sólo ser considerado ario, sino servir incluso en el Ejército alemán como oficial. El certificado, expedido el 30 de julio de 1935 con la firma de Hitler, señalaba: “Apruebo su petición, en lo que a usted respecta personalmente, en consideración a su larga pertenencia al partido y su servicio digno de mención a nuestro movimiento. No existe razón por la que no debería usted permanecer en el partido o en las SA y retener su puesto de mando”. En realidad, esas razones existían y no eran otras que las propias leyes nazis, que privaban de la ciudadanía alemana no sólo a los judíos al cien por cien sino también a los que lo eran en parte e incluso a aquellos que siendo totalmente arios se hubieran convertido al judaísmo, lo que, dicho sea de paso, no dejaba de ser curioso para un antisemitismo que se pretendía fundamentalmente racial.

El caso de Sander no fue, desde luego, excepcional y, de hecho, no menos de 150.000 judíos sirvieron a las órdenes de Hitler. Por añadidura, en un porcentaje muy elevado obedeció a su propio deseo y obligó a un expediente previo que les permitiera combatir. Por ejemplo, el 30 de octubre de 1941, Hitler firmó un certificado de sangre alemana limpia a favor del teniente Ernst Prager, medio-judío, a fin de que pudiera incorporarse al servicio activo con un “status igual al de las personas de sangre alemana con respecto a las leyes raciales alemanas con todos sus derechos y obligaciones consiguientes”. Estos judíos, de acuerdo con las leyes nazis, llegaron a alcanzar incluso puestos de mando de relevancia. Por ejemplo, Ernst Bloch y Felix Bürkner fueron coroneles; Helmut Wilberg, general de la Luftwaffe; Paul Ascher, primer oficial de Estado mayor del almirante Lütjen en el famoso acorazado Bismarck; y los hermanos Johannes y Karl Zukertort, generales.

Por supuesto, el número de oficiales y suboficiales fue mucho mayor e incluyó al futuro canciller alemán Helmut Schmidt, que era un cuarto de judío y que llegó al grado de teniente de primera clase. La situación reviste un carácter aún más llamativo si se tiene en cuenta que en virtud de una orden de 8 de abril de 1940 se eximió de servir en el Ejército a todos los medio-judíos y que muchos de ellos se entregaron a un largo proceso para conseguir su readmisión en las unidades de combate. No sólo lo consiguieron, sino que obtuvieron numerosas condecoraciones militares por su valentía en el campo de batalla. Los ejemplos pueden, desde luego, contarse por docenas e incluyen al teniente judío Paul-Ludwig Hirschfeld condecorado con la medalla por heridas de guerra y la cruz de servicio militar con espadas, al capitán judío Edgar Jacoby, que recibió tres condecoraciones incluida la medalla por heridas de guerra; al medio judío Ernst Bloch, con cinco medallas incluida la cruz de hierro de primera clase; al Fedlwebel medio judío Wilhelm von Helmolt, con cuatro condecoraciones incluida la de heridas de guerra; al general medio judío Werner Maltzahn, con cuatro medallas incluida la cruz de servicios de guerra de segunda clase y un largo etcétera.

No pocos de ellos recibieron por añadidura certificados de sangre alemana limpia firmados por el propio Hitler. De hecho, la integración de estos judíos en el Ejército llegó a extremos tragicómicos. Por ejemplo, el medio judío Werner Goldberg, que era Gefreiter, fue presentado en una fotografía de propaganda del III Reich como “El soldado alemán ideal”. Tampoco faltaron los casos de judíos a los que se otorgó la plena ciudadanía aria por su cercanía con algún soldado alemán. Seguramente, el caso más conocido –aunque no el único– fue el del general y defensor de Berlín Gotthard Heinrici, que estaba casado con una medio judía. Legalmente, debería haberse divorciado pero logró para su esposa e hijos un certificado de sangre alemana limpia firmado por Hitler. ¿Cómo pudieron servir bajo el régimen antisemita de Hitler tantos judíos? Las razones son diversas.

Por supuesto, hubo casos en que la parte de sangre judía era aborrecida y se deseaba, sobre todo, aferrarse a la ascendencia aria. Sin embargo, éstos fueron, al parecer, excepcionales. En la mayoría de los casos, obedeció ciertamente a la convicción de ser alemanes por encima de todo. Por supuesto, el nazismo era antisemita, pero las deportaciones de judíos no comenzaron antes del inicio de la guerra y muchos creían –o querían creer– que el antisemitismo nazi se acabaría diluyendo como otros movimientos similares en el pasado. Mientras esperaban a que esto sucediera, la conducta normal era la de combatir a favor de la patria común. Semejante comportamiento puede parecernos disparatado ahora, pero tenía una enorme coherencia en la época. Baste pensar que cuando Hitler invadió la URSS en muchas aldeas y ciudades las poblaciones judías salieron a recibir a los alemanes como libertadores enarbolando la bandera del kaiser. Stalin les había ocultado lo que sucedía en el III Reich y aquellos judíos seguían identificando Alemania con la tierra de la emancipación que, bajo Guillermo II, tanto bien les había hecho. Según se desprende de los sorprendidos informes de los genocidas nazis, aquel comportamiento facilitó considerablemente la labor de exterminio en la URSS.

La siguiente pregunta que cabe formularse es cómo pudieron los judíos que lucharon por Hitler pasar por alto el Holocausto. Una vez más las respuestas son varias. En algunos casos, consideraron que ese conflicto no les concernía; en otros, durante algún tiempo no se supo nada, pero sobre todo a partir de 1942 su conocimiento era prácticamente general y más teniendo en cuenta que algunos de aquellos soldados fueron deportados como fue el caso del Obershütze medio-judío Rolf Schenk detenido en Buchenwald o el soldado medio-judío Werner Eisner que a pesar de ostentar la medalla por heridas de guerra fue enviado a Auchswitz. En su mayoría, los soldados judíos de Hitler optaron por el silencio convencidos de que las protestas sólo servirían para ser enviados también a un campo de exterminio. No obstante, también se produjeron excepciones. Por ejemplo, el medio-judío Ernst Prager que fue herido siete veces mientras combatía en el frente del Este mantuvo una entrevista con Eichmann para interceder por sus familiares. Dotado de un certificado de sangre alemana limpia y apoyado por algunos oficiales arios, Prager logró salvar de la muerte a su padre, que no fue deportado, y a su tío Stephan –un convencido converso al cristianismo además de entusiasta patriota alemán– que pasó la guerra en Theresienstadt y no en un campo de exterminio. Sin embargo, la suerte de la mayoría de sus familiares no fue tan afortunada.

El nazismo no estaba dispuesto, salvo de manera realmente excepcional, a dejar con vida a un grupo humano al que causó millones de muertos. Ésa era la amarga realidad que buen número de judíos –y de gentiles– no llegó a percibir durante años con resultados especialmente trágicos.

¡¡¡¡¡Vuestras vidas no significan nada!!!!!

 Ni para mí, ni para el tiempo de vida de este planeta.

 

Sois repugnantes, sin más, desde el momento en que nacéis como humanos.

 

Hormigas hambrientas de materia orgánica, aplastadas por el pie de la civilización y los desastres naturales. Empeñados en sobrevivir adoptáis diferentes formas de subrepticios sociales, todos ellos basados en la mentira y en la opresión. Hacéis una montaña de un grano de arena, aun cuando ese grano es estéril e inútil en sí mismo. Como colectivo marcáis el camino de la mayoría, una estrecha hilera de principios y valores que deben ser estríctamente observados. Todo inservible y banal, que bien se ganaría una minúscula carcajada para un Ser Superior que ve como de ridículos son los seres humanos. Ahí, hormigas moviéndose de un lado a otro, sin ningún motivo ni beneficio, movidos por la propia vida sin conocer su destino, ni cómo de grande es la tierra que pisa sus diminutos pies.

 

Os veo desde el cielo y me gusta ver como sois capaces de transformar el espacio que os rodea, llenándolo de gris durante el día, y de luz durante la noche. Me da placer contemplar como unos animalitos tan pequeños pueden concentrarse y expandir poco a poco sus nímias fronteras en el basto territorio inhabitado y virgen que existe en la Tierra.

 

¿Qué importancia tiene el dolor de un sólo hombre ante 6000 millones de individuos? ¿Qué valor tiene la evolución de la especie humana en un Universo de 13000 millones de años?

 

Así me parecéis, si intentáis convencerme de lo contrario es que necesitáis un poco de humildad. 🙂

¿Existe el Mal?

Tratar esta cuestión debidamente nos arrastraría a demasiados argumentos, así que daré una pincelada breve sobre lo que pienso del «Mal»:

-El mal no tiene ningún valor negativo, puesto que la Bondad es un concepto tan abstracto y de nula comprensión que no podemos concederle ningún valor positivo. ¿Cuál es esa inclinación natural que obliga a los seres a realizar el Bien? ¿De dónde sacaron la idea de que los Hombres tienden al Bien por naturaleza? Me considero «bueno» porque suelo dar limosna a los vagabundos hambrientos que viven en la calle, ¿y si ese dinero se destina para cometer un asesinato o para comprar heroína? Ese bien se convierte en un mal, y viceversa.

-El contenido del concepto de Bien no es más que una creación social, tan instrumental como la obligación de arrodillarse ante una orden jurídica.

-No existen personas «malas», únicamente títeres (muchos de ellos sacrificados por la causa comunitaria) al servicio del bien común.

¿Cómo ha sido posible confundir y tergiversar tanto a una comunidad de Hombres supuestamente libres?

¿Qué Estado podría admitir lo que acabo de escribir sin pensar en su propia liquidación?

Las personas viven contenidas en límites pseudoverdaderos que pretenden garantizar la felicidad a la población. Afirman que el bien existe «porque sí», ¿quién habrá acuñado esa expresión: un hombre bueno, o un hombre malo?

Si el Mal existe… que me lo demuestren.

No justifico que se pueda practicar el Mal porque hacerlo es imposible. Así que ya sabéis, nos veremos todos (más tarde o más temprano) en el Paraíso 🙂

Begotten

 

 

¿Qué es Begotten?

Un experimento cinematrográfico, un intento por llegar al subconsciente más enfermizo.

Sin diálogos, y por medio de una fotografía granulada y sobreexpuesta en Blanco y Negro, nos simboliza a modo de pesadilla la creación del Hijo del Hombre (Horus), y su posterior calvario. El Director declaró que se inspiró en una experiencia cercana a la muerte después de un accidente de tráfico.

Sinopsis:

En una cabaña en ruinas, el Dios Que Se Mata A Sí Mismo vomita sangre al tiempo que se lacera con una navaja. Tras una larga agonía de espasmos y excremento, la Madre Tierra emerge del cadáver, puta y virgen como todas las mujeres, para fecundarse con el semen del Dios muerto. El fruto de esta unión-incesto es el Hijo de la Tierra – Carne y Hueso, un ser indefenso que se convulsiona incontrolablemente y que es hallado en medio del lodo por cuatro nómadas que lo atan y lo golpean sin misericordia. La Madre interviene y es violada, tras lo cual ella y su Hijo son descuartizados por los miembros de la tribu, mientras el ciclo de vida y muerte de la naturaleza prosigue inalterable.

¿Dónde puedo ver Begotten?

Podéis conseguirla aquí, o podéis verla gratuitamente online aquí.

P.D: Personalmente no sentí absolutamente nada, la ví mientras cenaba, y esperaba que se me revolviera un poco el estómago. 😦

 

Sociedad Consumista = Matrix

Hubo un tiempo en que toqué la locura con mis pequeños dedos. Doy gracias al Maestro por todo aquello.

El “juego social” es mi único divertimento. Hay veces que pierde todo sentido, ¿pero es que hay algún sentido?

En cualquier lugar basura consumista e intereses vulgares y de la muchedumbre, una sociedad de zombies movidos por sus miserias que infectan a otros con su estupidez. Consumismo barato, el caro no se lo pueden permitir  😉

Después de observar todo esto durante tantos años tengo la impresión de haber sido introducido en Matrix, un programa informático de simulación del Mundo Real, dónde las emociones y las sensaciones son originadas mediante estímulos eléctricos para convertir a un ser humano en un esclavo del sistema, con el fin de producir a través de su cuerpo cierta cantidad de energía. Podéis intercambiar la palabra “energía” por la palabra “dinero”.

Escena de la pel�cula Matrix

Por cierto, os recomiendo el libro Tomar la Pastilla Roja, a mí me resultó interesante.

¿Y qué ocurre cuándo un individuo se convierte en un enemigo del sistema?

Que, al igual que en la película, debe de utilizar su libertad no para encontrar el mejor lugar para esconderse, sino para convencer a los que viven prisioneros del sistema de que existe una verdad ahí fuera, arrancarles las cadenas y llevarlos hacia la luz.

Estos dos judíos se inspiraron en el Mito de la Caverna, como sabe todo el mundo. ¿Tendría razón Wägner al hablar del judaísmo traficante de Arte y del judío cultivado?

 

Un Comienzo…

Hola Amigos Míos,

He creado este Blog con el fin de depurar mi estilo literario, no es mi deseo enseñaros nada porque no soy ningún maestro (de momento sigo montado encima del caballo), es más, soy yo quien debe de aprender de todos vosotros, al menos lo intentaré.

Vuestros comentarios no serán censurados, os invito a participar con vuestras opiniones 😉

La simplicidad es el camino para pensar correctamente, y sí, podemos hacerlo.

En fin, un gran saludo, nos vemos!!


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